En este blog no pretendo que tus ojos lean lo que quieren leer, solo expongo mis más sinceros pensamientos, mis dudas, mis sueños, lo que siente mi corazón en este instante. Desahogarme de esta forma creo que es más fácil que estar callada.

lunes, 1 de octubre de 2012


Quizás nunca llegaremos a entender lo que hemos vivido... o quizás nos falte tiempo.
¿Por qué las horas pasan tan rápido cuando somos felices y tan lento cuando no lo somos?
¿Por qué nuestras decisiones no sólo están condicionadas por nosotros sino también por quién nos rodea?
¿Por qué los sentimientos superan la fuerza de la razón? Cada día que pasa el tiempo se me escapa más de las manos, cuanto más feliz soy menos dura esa sensación, cuanto más quiero vivir menos vivo.
No lo entiendo, por qué la vida funciona así, por qué hay tantas preguntas sin responder, por qué no hay nadie que pueda darnos esas respuestas. ¿Qué hay después de la vida? ¿Acaso hay algo? ¿De dónde venimos? ¿Acaso venimos de algún momento concreto de la creación?
Pues como todos no tengo ni la más remota idea. Pero son preguntas que me planteo cada día.
Aclarando no creo en que haya algo después de la vida ni que vengamos de un punto concreto de la creación universal. Qué triste, ¿verdad? Lo sé. No creer en ese tipo de cosas te quita la fe, la ilusión. Y, ¿sabes qué crea? Temor.
Sin embargo, no me atemoriza el final de la vida, sino el transcurso de ella. Me atemoriza que se me pase el tren, no tomar las decisiones correctas, vivir a la merced del destino y depender del tiempo, del reloj de mi pared, de mi móvil, de mi muñeca... del calendario, de la agenda...
Y aún no he comprendido muchas de mis decisiones, dónde me llevaron y con quién. Sigo sin saber por qué he vivido cosas horribles y felices. Por qué la balanza se tambalea cada dos por tres o por qué mi vida cambia de un segundo a otro.
Quizás nunca llegaremos a entender lo que hemos vivido... o quizás nos falte tiempo.
Me decanto por lo primero, por mucho tiempo que tenga jamás llegaré a entender millones de cosas...  y, ¿no es eso lo que hace a la vida especial en sí?
 

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