Dibujar su inicial por
todos lados, e incluso en tu mano. Sonreír cuando te habla como si fuera lo más
gracioso del mundo y decirle con esa vocecita que es un tonto. Obsesionarte con
las llamadas perdidas, su voz y sus mensajes interminables. Creer que su olor
ha de formar parte de cualquier molécula de oxigeno que inspires, que sus
pupilas y sus iris van a acabar de trastornarte, porque esos ojos caramelo son
hechiceros. Tararear esa canción porque así te acuerdas de él en todo momento.
Eso, eso exactamente es empezar a querer a alguien.
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