Entonces
llega de nuevo el invierno, con su gélida lluvia. Todos los recuerdos del
verano desaparecen dejando solo la esperanza de que el mundo vuelva a empezar a
partir de diciembre. Miro al cielo, cierro los ojos. Dejo que las gotas de agua
se posen en mis pestañas. Me olvido por un momento de mi existencia, de toda la
gente que me rodea. Ya no están allí. Sólo estoy yo. Todo este silencio se ve
interrumpido por una risa. Noto tu presencia. Tú. ¿Por qué has vuelto? Vete no
quiero que estés aquí. Pero entonces me rodeas con tus brazos. Debería
soltarme, pero no lo hago, no quiero separarme de ti. No me sueltes, no vuelvas
a alejarte. Me giro y me encuentro con tus labios. Quiero besarte pero no
puedo, no puedo fallarme otra vez a mí misma, no volverás a hacerme daño. Hecho
a correr calle abajo hasta llegar a la parada del metro, lo mejor será alejarme
de allí lo antes posible. Una gélida lágrima baja por mis mejillas y de nuevo
apareces tú. Tú y tu preciosa sonrisa. Me besas, el barullo de la gente
bajándose del vagón no consigue separarnos. Debo marcharme, lo entiendes,
¿verdad? Me alejo y subo al vagón. Un último adiós, te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario